Adam Przeworski
A 27 años del Caracazo, el recuerdo de la peor de nuestras pesadillas recorre como un escalofrío en las colas que diariamente se hacen en todos los rincones del país. Todos en sus filas sienten miedo de cualquier chispa, saben que esta vez podría ser peor y que como nación sería una herida mucho más difícil de curar. Nadie quiere que esto ocurra.
Pero todos saben que con este gobierno no hay cambio posible.
Desde inicios de 1999 en Venezuela se ha venido desarrollando un fenómeno en el que la convivencia política democrática se ha desgastado. La clase política que resultó favorecida en esas elecciones y que mantiene el poder central, siempre interpretó la batalla política como un juego de suma cero, y no como una negociación necesaria para la estabilidad de toda la sociedad.
Con esa impronta han gobernado 17 años, si ganaban una elección, sellaban cualquier voz de la oposición intentando criminalizar. Si la perdían, arrebataban las competencias al ganador, como si eso solo afectara una gestión, y no a un pueblo.
Lo mismo ocurrió con sindicatos, grupos empresariales, gremios, y cualquiera que osara hacer alguna observación al modelo que se imponía en Venezuela.
Con el cobijo únicamente de la popularidad, un indicador que para este gobierno parecía lo único importante, fue tejiendo la red de su versión de socialismo del siglo XXI. Lo que nunca observaron fue la gran burbuja en la que se encontraban como clase política, aislados en su soberbia, y el gran barranco al que nos empujaban más como nación.
“La palabra socialismo puede usarse muchas cosas”, afirmaba el profesor Przeworski en el año 2008 al referirse a lo que ocurría en Venezuela. Hoy su reflexión cobra vigencia. A medida que avanzábamos en los años, la sordera gubernamental se ha acentuado. Y aún cuando el modelo económico ha fracasado, no existe voluntad del gobierno de Maduro por cambiar, ni dialogar, aunque el pueblo pida a gritos, para que esto mejore.
Hoy día, sin popularidad, ni dinero, ¿qué espera el gobierno de Maduro? ¿hasta cuándo la sordera?
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