La gran apuesta del mundo político tiene que ser es devolverle ética al oficio y acabar con la decepción del pueblo. Y esto no es solo en Venezuela. Las elecciones primarias en Estados Unidos han despertado gran interés. Donald Trump, contra todo pronóstico, apelando a un lenguaje xenofóbico, agresivo y repugnante se ha mantenido dentro de la contienda. Paso a paso se acerca a convertirse en el candidato del Partido Republicano. Esto, pese a las advertencias que desde medios de comunicación, columnas de opinión, artistas e intelectuales hacen sobre el peligro que representa. La revista The Economistacaba de incluirlo dentro de los 10 grandes riesgos mundiales.
Y es que sabemos que nos movemos por nuestras emociones. Las elecciones no son diferentes. Los votantes tienden a apoyar candidatos por los que sienten una conexión emocional y desatienden las ofertas racionales. Y debemos encender las alarmas respecto a quiénes están conectando con los votantes. Se ofrecen revoluciones, cambios, quebrar el status quo, aparados en una sed de justicia pero sin contemplar un mañana. Las sociedades parecen estar convencidas de que un golpe al tablero es necesario. Que hay algo que se perdió en el camino y debe ser reconducido con mano férrea.
Urge conectarnos. No basta con alertar sobre los peligros del anti sistema y de la anti política. ¿Acaso no hay mayor peligro que la cotidianidad misma? ¿Qué más peligroso que vivir sin confiar en tus gobernantes? La Venezuela que merecemos necesita con urgencia un cambio para enfrentar los problemas. El Gobierno no lo entendió. No lo quiere hacer y por eso solo divide. El gran reto nuestro es pasar por sobre esa división y construir un gran gobierno de unidad nacional que permita satisfacer las demandas del pueblo.
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